domingo, 26 de diciembre de 2010

Llevar un diario

Una recomendación que te hacen: llevar un diario de lo que te sucede. Si has estado en esta montaña rusa de emociones que es ser un progenitor alienado, no te extrañará leer cosas así.

Sí, en libertad provisional o vigilada, casi así lo siento. Hoy sábado, de 13 a 15, se me permite por la autoridad judicial visitar a mi hija. Resulta que un padre, sin medida alguna que lo impida y con todos los pronunciamientos favorables, tiene el privilegio concedido por los poderes públicos para ver a su hija de 11 años durante dos horas.Y eso, después de luchar como un imbécil, lejos de ser un premio, se me asemeja a una mención de consolación. El juego de la Ley (es un juego casi de azar, como lotería al revés) "impone" a mi hija verme durante dos horitas, cual condena. Y así lo ve la pequeña. Imbuída por la alienadora, se le vende el producto que debe ver a su padre como una condena impuesta por el juez. Verme es un castigo, al modo de sanción, contra el  que su protectora (protectora de qué?) no puede sucumbir. Bajo esa mentalidad aleccionada, su padre es un elemento nocivo del que se la debe preservar y la visita se convierte pues en un cumplimiento forzado para evitar males mayores a la víctima central de mis asechanzas. Claro, lo natural es que un padre intachable (sí, que coño, soy intachable) sea alejado de sus hijos y lo artificial sea que yo me relaciones con ellos. Mis asechanzas tan bárbaras consisten en algo tan extraño y antinatural como esforzarme en mantener un contacto con mi hijos, preocuparme por ellos, querer educarlos y tenerles en mi compañía. Qué rarito soy. En vez de conformarme con una situación de odio y exclusión y alejarme de mis hijos como se supone que estaba diseñado (eso sí, con la inexcusable explotación económica) soy tan marciano que hasta pretendo verles y mantener con ellos (pero qué raro, raro) una relación parental.
Pero soy tan raro que voy a aprovechar esas dos horas no para descargar frustaciones y resentimiento, sino para acercarme con amor a mi niña, para encajar su desprecio con una sonrisa, para hacerle ver con mi ejemplo constante que soy una persona muy próxima a ella y para ofrecerle un espacio relajado de convivencia...en un restaurante y con el único aliado del camarero desconocido y mi presencia serena. Y no le voy a exponer ni mis problemas ni nada relacionado con su madre que la tiene presa en su estrechez de miras. Y voy a salir agotado y exhausto, pero satisfecho de mi labor. Pase lo que pase, soy su padre y a ella me debo con la consideración y el tacto de entender por lo que pasa. Y si después de todo. si le arranco con paciencia y afecto un hilo de conversación y alguna sonrisa cómplice, valdrá la pena. He estado en peores circunstancias y media sonrisa es una luz que me anima, me infunde renovadas ansias de ser tan, tan raro.
Qué dolor sin embargo, rechaza cualquier roce por mi parte, ni el contacto para evitar que cruce la calle con tráfico. Pero qué fuerte es mi niña que pese a todo accede a verme cuando hace meses salía atemorizada pues su protectora la había llevado al convencimiento que la podía secuestrar. Qué más le habrán metido en su cabecita?. A mi niña la han envenenado y yo debo cuidar de su recuperación, y a eso voy, animoso.      

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